Published on Aug 21, 2016
En
las inmediaciones de Potes, en Cantabria (España), existe un monasterio
que se cuenta entre los cuatro lugares santos del cristianismo junto a
Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela. El Papa Julio II otorgó este
privilegio en 1512 a Santo Toribio de Liébana por albergar, según la
tradición, el mayor fragmento de «Lignum Crucis» que se conserva desde
que la Vera Cruz fuera encontrada por Santa Elena en Jerusalén.
La madre del emperador Constantino viajó a Tierra Santa hacia el año 326, poco después de que el edicto de Milán concediera libertad de culto al cristianismo en el Imperio Romano. En Jerusalén ordenó demoler el templo romano que se levantaba en el Gólgota y excavar en el depósito donde los romanos solían desechar las cruces empleadas en las crucifixiones. «Parece cierto que encontraron cierto número de ellas y se plantearon: ¿cuál es la verdadera?», explica el catedrático emérito de Historia de la Universidad de Sevilla José Sánchez Herrero antes de relatar cómo la tradición cuenta que se llevaron tres a un hospital y se fueron colocando sobre un enfermo hasta que al tocar una de ellas sanó.
La Vera Cruz que se guarda en Liébana habría llegado de mano de Santo Toribio, obispo de Astorga, que viajó en el siglo V a Jerusalén. En un primer momento, la reliquia se conservó en Astorga hasta que tras la invasión musulmana, fue trasladada en el siglo VIII a Santo Toribio de Liébana junto a los restos del santo. «Es posible que a mediados del siglo VIII, una vez consolidada la Reconquista en esta zona, se trajesen aquí los restos del obispo Toribio de Astorga y las reliquias del Lignum Crucis -que según la tradición él había traído de Jerusalén- para depositarlas en un lugar seguro como era este monasterio, que ya había adquirido cierto prestigio en el territorio cristiano»
La madre del emperador Constantino viajó a Tierra Santa hacia el año 326, poco después de que el edicto de Milán concediera libertad de culto al cristianismo en el Imperio Romano. En Jerusalén ordenó demoler el templo romano que se levantaba en el Gólgota y excavar en el depósito donde los romanos solían desechar las cruces empleadas en las crucifixiones. «Parece cierto que encontraron cierto número de ellas y se plantearon: ¿cuál es la verdadera?», explica el catedrático emérito de Historia de la Universidad de Sevilla José Sánchez Herrero antes de relatar cómo la tradición cuenta que se llevaron tres a un hospital y se fueron colocando sobre un enfermo hasta que al tocar una de ellas sanó.
La Vera Cruz que se guarda en Liébana habría llegado de mano de Santo Toribio, obispo de Astorga, que viajó en el siglo V a Jerusalén. En un primer momento, la reliquia se conservó en Astorga hasta que tras la invasión musulmana, fue trasladada en el siglo VIII a Santo Toribio de Liébana junto a los restos del santo. «Es posible que a mediados del siglo VIII, una vez consolidada la Reconquista en esta zona, se trajesen aquí los restos del obispo Toribio de Astorga y las reliquias del Lignum Crucis -que según la tradición él había traído de Jerusalén- para depositarlas en un lugar seguro como era este monasterio, que ya había adquirido cierto prestigio en el territorio cristiano»
Según Prudencio Sandoval, cronista de la orden benedictina, la reliquia corresponde al «brazo izquierdo de la Santa Cruz, que Santa Elena dejó en Jerusalén cuando descubrió las cruces de Cristo y los ladrones. Está serrado y puesto en modo de Cruz, quedando entero el agujero sagrado donde clavaron la mano de Cristo». El madero fue dividido y colocado en forma de cruz en el relicario de plata dorada en el siglo XVI.
«Es la reliquia más grande conservada de la cruz de Cristo, por delante de la que se custodia en San Pedro del Vaticano».
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